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La primera vez que un hombre de Dios se involucró en una guerra, y fue registrado en la Biblia, fue cuando Abraham reunió a los 318 hombres y partió hacia el rescate de Lot, su sobrino.

Cinco ciudades cercanas al río Jordán estaban siendo dominadas por otras 4 del oriente desde hacía 12 años. Hasta que sus 5 reyes resolvieron poner un punto final, pero los 4 reyes dominantes no aceptaron esa decisión y partieron a la guerra invadiendo a las 5 ciudades y las dominaron. Una de las 5 ciudades sitiadas era Sodoma y, Lot, que habitaba allá, era uno de los hombres que había perdido todos los bienes y había sido llevado como esclavo.

Abraham, que al principio no estaba involucrado en esa batalla de 9 reyes, al recibir la noticia de que su sobrino Lot estaba cautivo, reunió 318 hombres y partió a luchar contra los 5 reyes vencedores. Al atacar, durante la noche, venció aquella batalla, rescató a su sobrino Lot y a todos sus bienes.

Abraham se envolvió en la guerra tras reconocer que, aun indirectamente, él estaba involucrado en esa batalla. Él no podía cruzarse de brazos y acomodarse, aquella guerra formaba parte de su vida y le traería experiencias con Dios.
En los días actuales no es diferente, a veces dejamos algunas cuestiones de nuestra vida de lado sin tomar decisiones al respecto. Actuamos como observadores y esperamos que todo se arregle, pero como sucedió con Abraham, que se definió después de haber recibido a un mensajero, hoy recibimos la invitación de la vigilia de la guerra, una invitación a la definición, para sacar de las manos del diablo, nuestro enemigo, a todos y a todo lo que nos pertenece.

Así como aquella noche fue inolvidable para Abraham y sus 318, pues ellos vencieron bajo la poderosa mano de Dios, el 23 de junio será inolvidable en la vida de cada obrero que se defina a guerrear y a tomar posesión de lo que es suyo.

Prepare su remera verde, alimente su sed de requerir lo que le pertenece.

Quedará nítido que somos hijos del Dios Altísimo.