“¿Quién puede subir al monte del Señor? ¿Quién puede estar en su lugar santo? Sólo el de manos limpias y corazón puro, el que no adora ídolos vanos ni jura por dioses falsos.” Salmos 24:3,4
Dios nos muestra tres cosas indispensables para mantener nuestra fe y nuestra salvación: manos limpias, corazón puro y mente santa. Podemos entender que una depende de otra, no podemos decir que tenemos corazón limpio y mente santa, pero nuestras manos son sucias, pues si el corazón y la mente están puras ¿cómo haríamos cosas erradas? ¿No es así?
Si actuamos mal, eso proviene de una mente contaminada o un corazón perverso, consecuentemente son tres en uno, pues la deficiencia de uno implica la falta del otro.
¿Veamos lo que significa cada uno en la práctica?
Manos limpias – las manos limpias no se refieren a la higiene personal, y sí a una vida libre de pecado. Significa que sus acciones son justas y rectas, que su proceder está de acuerdo con la palabra de Dios y que no practica lo errado, no hay “suciedad” en su vida.
Corazón puro – un corazón puro está libre de malicia, es un corazón íntegro y sincero, apartado de la apariencia del mal, sin alimentar sentimientos malos. Un corazón así no vive en la región de peligro, huye de la tentación y se desvía del mal, pues respeta la santidad de Dios.
Mente santa – es rechazar los pensamientos negativos, no alimentar pensamientos malos y pecaminosos. Para mantener su mente santa usted necesita ser fuerte, los pensamientos siempre son lanzados por el diablo, pero le cabe a usted rechazarlos en el mismo momento, manteniendo así pensamientos alejados de la influencia del mal.
Les dejo el versículo que habla claramente lo que debemos pensar para mantener nuestra mente separada del mal.
“Por último, hermanos, consideren bien todo lo verdadero, todo lo respetable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo digno de admiración, en fin, todo lo que sea excelente o merezca elogio.” Filipenses 4:8
Todo esto es responsabilidad nuestra, no podemos culpar a nadie por nuestras acciones, o porque nuestro corazón está sucio o porque nuestra mente contaminada.
Cada uno tiene la obligación de mantener las tres cosas por su propio bien.
Tania Rubim