Lea el mensaje de hoy y medite en él

Podemos demostrar nuestra fe y nuestro amor de dos maneras:

1.ª Con palabras.

2.ª Con actitudes.

Hasta ahora, no descubrí otra manera. Santiago le escribió a un pueblo que creía que era suficiente decir que tenía fe en Dios y que no era necesario probar esa creencia con obras, así como muchas personas actualmente.

Vemos a personas que creen y predican un evangelio realmente minúsculo, sin cruz, sin sacrificio, sin trabajo, sin dolor y demás.

Quieren ser servidas con lo mejor, pero no quieren servir de la mejor manera. Quieren evaluar la ofrenda de los demás, pero no quieren ofrendar. Quieren beneficiarse del sacrificio del Señor Jesús y del de Sus siervos, pero no quieren sacrificar.

Viven en el reino de la sombra y del agua fresca, con una fe oxidada y un amor perezoso.

Son excelentes para hablar, pero pésimas para poner las manos en el arado y trabajar.

Por eso, Santiago les hizo un desafío directo a los hermanos de sus días: «… Muéstrame tu fe sin las obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras», Santiago 2:18.

¡Ah!, que gran diferencia hay entre los que solo hablan de amor y fe, y los que viven, los que realmente expresan con obras lo que hay en su interior.

Eso tiene un nombre: cristianismo auténtico.

El resto solo es el bla, bla, bla del engaño y del autoengaño.

A los que sirven y son juzgados por los que no sirven les queda la alerta: lo que es hecho en el Señor y para el Señor nunca será olvidado. Si Dios Se olvidara de nuestras obras, sería injusto, y sabemos que no hay ni la mínima probabilidad de que eso suceda.

Entonces, ¡anímense! Sirvan al Altísimo con una fe y un amor visible, palpable y manifiesto ante Su pueblo, cada vez con más intensidad.

«Porque Dios no es injusto como para olvidarse de vuestra obra y del amor que habéis mostrado hacia Su nombre, habiendo servido, y sirviendo aún, a los santos.» Hebreos 6:10

Núbia Siqueira