La propaganda del pecado

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El pecado no es algo insignificante, como la mayoría de las personas piensan. Para comprender esto, basta con observar que el infirmo no existía, hasta que el pecado de Lucifer lo creó. Todos los horrores de la condenación eterna, en el lago de fuego, se deben a la gravedad del pecado.

Cuando pienso en todo lo que el Señor Jesús sufrió, cada minuto de Su agonía aquí en la tierra, eso no tuvo otro motivo, sino las transgresiones de la humanidad.

Fueron mis pecados y los suyos los que Le causaron tanto dolor a nuestro Salvador. Por eso, una vez libres del pecado, nunca más debemos volver a ser esclavo de él.

Porque es imposible que una persona se agrade de algo que Lo llevó a Aquel –a quien dice amar– al sufrimiento. Un ejemplo simple lo demuestra. Observe: si su padre muriera debido a alguna enfermedad que le ocasione dolores atroces, ¿usted se agradaría o rechazaría ese dolor? Aunque la respuesta parezca obvia, lo que las personas han hecho con relación al pecado no es exactamente eso.

El pecado tiene consecuencias devastadoras. Con el simple hecho de pasar cerca de un cementerio se puede notar una de ellas: la muerte. El aguijón de la muerte solo pasó a tener poder sobre la raza humana debido a la transgresión de Adán y Eva. Solo quien ya perdió a personas queridas puede evaluar el dolor de separarse de ellas, ¿no es cierto?

¿Ya estuvo en algún hospital? Allá vemos otra consecuencia desastrosa del pecado, porque, el ser humano perfecto que Dios creó fue contaminado por la fragilidad y la imperfección. Por eso, el cuerpo pasó a tener un plazo de validez. Cualquier persona puede irse a dormir bien y levantarse enferma. Estamos sujetos a deformidades, disfunciones y enfermedades. Un pequeño desajuste ya nos deja en cama en total estado de sufrimiento. De modo que debemos recordar estas consecuencias todos los días, porque muchos se burlan del pecado cuando dicen que solo se trata de una “mentira piadosa”, de un adulterio, o de un chisme: “¿Qué tan grave puede ser esto?”.

Sin embargo, ¡no hay nada peor en el mundo! Por eso, nadie alertó mejor acerca del peligro del pecado que el Señor Jesús. Él le dijo al hombre que había sido curado recientemente de una parálisis, que lo dejó postrado, olvidado por su familia y por sus amigos, al borde del estanque de Betesda durante 38 años:

“… Mira, has sido sanado; no peques más, para que no te venga alguna cosa peor.” Juan 5:14.

La advertencia del Salvador contra el pecado muestra que existe algo peor que quedar paralítico por tanto tiempo y en esas condiciones deplorables: la condenación eterna.

No obstante, hay una propaganda del pecado en todas partes. La campaña publicitaria que promueve la desobediencia a Dios es fuerte, es decir, tiene mucho apoyo, como los medios, las celebridades, los intelectuales, las canciones, entre otros medios, que estimulan las relaciones sexuales ilícitas, la irreverencia, el orgullo, la rebeldía a los padres y a las autoridades, las palabras insolentes… Y, por supuesto, el marketing eficaz es aquel que muestra solamente el lado bueno del producto, nunca el lado negativo. Por lo tanto, es muy probable que usted vea aquellos que viven en el pecado felices, derrochando alegría y prosperidad en las redes sociales. ¡Pero esto es una propaganda engañosa! Recuerde, no existe la alegría duradera para aquel que vive en el pecado.

Hasta la próxima

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