LAS ACTITUDES SON EL REFLEJO DEL ESTADO INTERIOR

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Necesitamos prestar atención a la realidad de que nuestro comportamiento es un reflejo de nuestro estado interior.
La forma como imaginamos las cosas, lo que nos decimos delante de las situaciones, forma nuestro estado interior y, nuestro estado interior se materializa a través de nuestras acciones.

Cuando interiormente nos posicionamos como hijos de Dios, actuamos como tal, así como si ante las adversidades desfallecemos o disminuimos nuestras fuerzas, nuestra disposición, o flaqueamos, o desistimos; estaremos limitando el poder del Espíritu renovador que hay dentro de nosotros. Actuamos como hombres naturales cuando nos posicionamos como alguien solitario, que no tiene a Dios como aliado, cuando contamos solamente con nuestra fuerza y capacitación, así nuestra posición interior no reflejara un estado de hijo y tendremos apenas actitudes naturales que no nos llevarán a experimentar lo sobrenatural.

Por otro lado, si en nuestro interior desarrollamos un estado de hijo, manteniéndonos confiados, reafirmando dentro de nosotros nuestra fe y convicción, imaginando y pensando de acuerdo con la alianza que hicimos con Dios, daremos lugar a la renovación interior, nuestras actitudes serán sobrenaturales y nos conducirán a experimentar lo sobrenatural.

Ante este hecho observemos la importancia de analizarnos constantemente. ¿Qué tipos de pensamientos alimentamos delante de cada obstáculo o sueño? En esos momentos, ¿Qué nos hemos dicho a nosotros mismos? Pues, de nuestro estado interior nacerán las actitudes que nos conducirán a la vida o a la muerte, a la victoria o a la ruina.

Y, si nos encontramos en un estado interior que no coincide con el estado de un hijo, clamémosle y Él animará con fuerza nuestra alma, nuestro hombre interno será renovado, aun ante situaciones divergentes sustentaremos los pensamientos de hijo. Sigamos el ejemplo de David y observemos la afirmación del apóstol Pablo.

“¿Por qué te abates, alma mía, y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios, pues he de alabarle otra vez por la salvación de su presencia.” Salmos 42:5

“El día que clamé, me respondiste; me fortaleciste (alentaste, animaste) con vigor en mi alma.” Salmos 138:5

“Por tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día.” 2 Corintios 4:16

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