Los cuatro pesos

pesas

Muchas personas van a la iglesia, escuchan la Palabra de Dios y toman conocimiento de los innumerables casos verídicos que comprueban la veracidad de Su Palabra.

Sin embargo, al ver estos testimonios, muchos preguntan: «Entonces, ¿si Dios ha visto mi sufrimiento y escuchado mi clamor, por qué aún no descendió sobre mi vida?». Pues bien, en realidad, somos nosotros los que debemos subir hasta donde Dios desciende, es decir, al Altar.

Siendo el sacrificio, a excepción de Dios, la única fuerza en el universo que no falla. Dios solo desciende en la vida de los que quieren subir de vida. Entonces, ¿qué le impide a una persona subir e ir a Dios en pro de la realización de su sueño? ¿Por qué Dios aún no descendió sobre su vida? ¡Porque la persona todavía no subió!

Ahora, hay que ver el peso espiritual que le impide a innumerables personas que suban, el cual principalmente proviene del miedo, de la duda, del egoísmo y del conformismo. La primera carga que impide el ser humano de subir y de ver a Dios, aun sabiendo que Él vino, que escucha nuestro clamor y que tiene poder para realizar nuestros sueños, es el miedo. Este, a su vez, genera dudas. Por otro lado, el egoísmo reside en el hecho de que la persona sea muy apegada a algo, lo que la lleva a querer que Dios le responda sin tener que desprenderse de nada. Solo que no podrá conocer nada nuevo sin estar dispuesta a deshacerse de lo «viejo». Por último, el conformismo se refiere al hecho de que la persona se habitúe a la esclavitud y se resigne a vivir una vida sin realización. Por eso, mientras la persona no se desprenda de ese «peso», nunca logrará que Dios descienda y responda su clamor.

«Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante…» Hebreos 12:1

¿Cuántos testimonios hemos visto en el Centro de Ayuda Espiritual? Una verdadera nube de testimonios, que prueban que Dios responde el clamor cuando está acompañado por el sacrificio. Debemos mirar los ejemplos que nos rodean y no a los que están «afuera», es decir, a los que están caídos, a los que están en sectas o religiones porque no tuvieron la oportunidad de ver la gran multitud de testimonios como nosotros. A fin de cuentas, Dios recompensa a cada uno de acuerdo con su acción de fe, por eso, es imprescindible que la persona se deshaga de todo el peso. En esta carrera de la vida solo gana el que llega al final y alcanza la realización de sus sueños. Es necesario correr sin desanimar, porque muchos han mirado a otros e incluso se han sentido frustrados por verlos sentirse realizados antes que ellos.

«… puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, quien por el gozo puesto delante de Él soportó la cruz, menospreciando la vergüenza, y Se ha sentado a la diestra del trono de Dios», Hebreos 12:2. Cristo no desistió a causa del sacrificio y soportó la humillación. Todos los que sacrifican pasan por humillaciones. Sin embargo, hoy Él está sentado a la derecha de Dios. ¿Y usted? ¿Dónde quiere estar sentado? ¿A dónde quiere llegar?

Por su siervo en Cristo, obispo Júlio Freitas

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