Hoy vengo a hablar sobre algo tan serio y que me gustaría compartirlo con ustedes para que piensen profundamente sobre el asunto, y para que no caigan en esa astuta trampa.

Esta misma semana nos enteramos de un caso de alguien que era muy servicial y muy aplicada en todo lo que hacía. Sus palabras eran serenas y demostraba ser una persona segura.

Sus responsables espirituales no tenían nada malo que decir, por el contrario, hablaban muy bien de ella. Hasta que surgieron evidentes señales de que ella no estaba bien… su semblante ya no era el mismo, su servicio en la Obra de Dios comenzó a ser un peso y su comportamiento demostró que algo no estaba bien.
Varias veces le preguntaron qué sucedía en su interior, y por qué su rostro estaba tan cargado de tristeza. Pero su posición siempre fue la misma: “solo tenía pequeños problemas externos del día a día” Pero como no hay nada oculto que no sea revelado, el pecado salió a la luz y quedó expuesto lo que realmente estaba sucediéndole a esa obrera, que no fue algo lindo de ver, algo muy desagradable a los ojos de Dios y para un buen entendedor pocas palabras son suficientes.

Ante este hecho, quiero advertirle a todas que no hay nada más precioso para Dios que vivir en la luz, en la transparencia, en la verdad. ¿De qué sirve hacer muchas maravillas, expulsar demonios, ser muy discreta y servicial en la Obra de Dios y vivir en el pecado?

“Sin embargo, no os regocijéis en esto, de que los espíritus se os sometan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los Cielos.”(Lucas 10:20)
Piense y evalúe seriamente su interior. No esté satisfecha sólo porque hace mucho en la Obra de Dios, sino más bien porque su nombre está escrito en el Libro de la Vida.

¡Esta advertencia nunca está demás!