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¿Ve cómo sus deseos buscan honra y gloria para usted misma? ¿Nota el motivo por el que Dios nos enseña a servirlo para estar ausentes de cualquier codicia personal?
Puede darse cuenta de que las cosas de Dios no tienen nada que ver con el “mundo” en el que fuimos criadas, que pensamos que sería el mejor para nosotras; no tienen nada que ver con el hecho de sentirnos bien simplemente con lo que hacemos, o con las “todopoderosas” porque nos desarrollamos en determinadas áreas.
Todos poseemos algo considerado “hermoso” a nuestros ojos y somos nosotros mismos los que hacemos esa elección, que determinamos aquello que vamos a priorizar. Y esto puede incluir varias cosas, por ejemplo: la belleza, la moda, la fama, la seguridad de ser bien vista y aceptada por todos, etc.
“…que viendo los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran hermosas, tomaron para sí mujeres, escogiendo entre todas.”
(Génesis 6:2)
La hermosura de aquellas mujeres por las cuales los hijos de los hombres se sintieron atraídos, se refiere al “oro” y no al Altar. Así es cuando usted nutre cualquier intención que no sea solo la de servir y honrar a Dios.
Más adelante, la Biblia relata que Dios Se arrepintió de haber creado al ser humano, puntualmente a causa de los malos designios de su corazón. Ese mismo corazón corrupto que por momentos usted dice que es nuevo. Pero que, sin embargo, siempre desea corromperse y ponerse en el lugar de Dios. Por eso la Biblia afirma que:
“Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso;
¿quién lo conocerá?”
(Jeremías 17:9)
Solamente podemos adquirir un nuevo corazón cuando somos sensibles a la voz de Dios y no sensibles a la “hermosura” de aquello que nuestros ojos codician.
¡Y eso es una elección mía!
No ponga sus ojos en nada más o en nadie más, que no sea Él. Estar cerca de mí o de cualquier otro, jamás le garantizará ningún tipo de “afirmación”. Por eso, a veces, es muy bueno que usted esté sola, aun pensando que nadie la ve, porque de esta forma va a llamar solo la atención de Dios. Y eso es lo más “gustoso…”, mucho más que llamar la atención del otro, pues cuando llamamos la atención del Padre, ¡Él nos honra!
Continúa la próxima semana…
Muy bueno y sierto