
Y los cielos se abren…
“Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí los cielos Le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre Él.”Mateo 3:16
No es para el curioso o el aventurero ni para el hipócrita, religioso o carnal.
El Espíritu de Dios es para los vacíos, carentes y, sobre todo, para los sedientos de la dirección Divina. Para caminantes en búsqueda de algo superior a todo lo que este mundo ha ofrecido.
Pues bien, Jesús vino para una misión especial. Aun así, necesitó pagar el precio. Sacrificó. Renunció a familia, a juventud, noviazgo y amistades para realizarla. Y si Él necesitó la dirección del Espíritu Santo para cumplirla, ¡imagínese aquellos que desean hacer Su voluntad y realizar Su Obra!
Y, lo mejor de todo es que, incluso antes de recibir el Espíritu Santo, Su mente y Su corazón ya eran inspirados por Él.
Lo mismo sucede con todos los que se sumergen en la fe de este Ayuno de Daniel.
¿Usted piensa que su gran deseo de recibir el Espíritu Santo provino de la nada? ¡No! ¡Mil veces no!
Ese deseo nació en su interior por obra del propio Espíritu de Dios.
“… porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por Su buena voluntad.” Filipenses 2:13
A causa de eso, así como los cielos se abrieron sobre Jesús, también los mismos cielos se abren sobre usted para que reciba el Mismo Espíritu de Dios.
A fin de cuentas, Él es la promesa del Señor Jesús para Sus seguidores.
Probablemente usted no vea una paloma que descienda sobre su cabeza, ni tampoco sienta nada o incluso ni siquiera hable en lenguas extrañas. No importa, nada de eso es relevante.
Lo importante es que si existe una renuncia total del mundo (ayuno mental), y sinceridad en la búsqueda, entonces hay fe. Y si hay fe, los cielos ya están abiertos sobre su cabeza.
Además:
“Porque los ojos del Señor contemplan toda la tierra, para mostrar Su poder a favor de los que tienen corazón perfecto para con Él.” 2 Crónicas 16:9
Observación: En este momento, busque un lugar aislado.
Enseguida haga esta oración:
“Mi Dios y mi Padre, en el Nombre del Señor Jesucristo, entro en Tu presencia para buscar y recibir la promesa que dice que en los últimos días el Señor derramaría Su Espíritu sobre toda carne”.
Juan el Bautista enseñó que es el Señor Jesús Quien bautiza con el Espíritu Santo. Entonces, Te suplico, mi Señor, mi Salvador y mi Dios, ¡bautízame AHORA CON TU ESPÍRITU!
Amén.
Blog Obispo Macedo.