De carne a Espíritu
Debido a la hipersensibilidad de la naturaleza humana hacia las emociones, es difícil renunciar los deseos de la carne.
El conflicto entre espíritu y carne se ha cobrado víctimas fatales. Peor aún: víctimas fatales para toda la eternidad.
¿Cuántas relaciones amorosas han terminado en muerte? ¿Cuántos suicidios? ¿Cuántas víctimas? ¿Por qué?
Simplemente porque las personas sensibles se rinden a los caprichos de los sentimientos. Se convierten en rehenes de la voz del maldito corazón engañador, y esto ha sido tan fuerte que las personas ni siquiera se dan el trabajo de razonar por un momento.
Piensan que aquellos momentos de profunda tortura jamás cesarán. Piensan que un “amor” perdido significa el final de sus vidas.
Pero como el tiempo es el señor de la razón, más tarde descubrirán cuán tontas fueron; que se afligieron en vano y que perdieron valioso tiempo.
Mientras se deshacían en llanto, el diablo se reía con mucho gusto…
Es por esta razón que hay una gran necesidad de que la naturaleza adámica se transforme en celestial, de alma viviente a espíritu vivificante, de emocional a racional, de nacido de la carne a nacido del Espíritu.
Frente a esto, el cristiano no estará más en desventaja en la lucha contra el diablo, ni contra el pecado. Porque, el diablo, al ser espíritu, lleva ventaja sobre quien vive en la carne. Pero, cuando el cristiano es espíritu, y lo que es aún mejor, espíritu con el ADN del Espíritu Santo, el diablo y todo su infierno están perdidos.
No existe la mínima chance de perder. ¡Está obligado a vencer todo!
Vence al diablo, vence los problemas en la vida amorosa, vence los vicios, vence el orgullo, vence el pecado, vence el mundo, en fin, vence todo porque es hijo de Dios y tiene Su poder en su interior.
Esto es justamente lo que el apóstol Pablo enseña:
“Porque todo lo que es nacido de Dios (es espíritu) vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe.” 1 Juan 5:4
“Sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios (es espíritu), no practica el pecado, pues Aquel que fue engendrado por Dios le guarda, y el maligno no le toca.” 1 Juan 5:18
¡Esto es extremadamente bueno!
Fuente: Blog obispo Macedo.