AMBOS QUIEREN, DESEAN, ANSÍAN Y CLAMAN PARA QUE DIOS VEA SU NECESIDAD, SIN EMBARGO, MIENTRAS UNO LLORA, EL OTRO TIENE EL DERECHO DE EXIGIR.
Existen dos comportamientos que son bien diferentes en aquel que es fiel y en el que es infiel, pues aunque ambos deseen lo mismo, que Dios atienda a sus pedidos, ¡la forma de actuar es muy diferente!
Observa:
EL INFIEL: Quien es infiel a Dios, pero que conoce la Biblia, Mandamientos y Promesas, pide para que Dios se acuerde de su dolor, aflicción y necesidades.
El FIEL: Pero, quién es fiel a Dios, a Sus Mandamientos, pide para que Dios se recuerde de su fidelidad, no de sus problemas, necesidades. Pide para que Dios pese en Balanza justa, que es el Altar, su fidelidad.
«Te ruego, oh SEÑOR, que te acuerdes ahora de cómo yo he andado delante de ti en verdad y con corazón íntegro, y he hecho lo bueno ante tus ojos. Y Ezequías lloró amargamente.»(2 Reyes 20.3)
El fiel pide que Dios atienda a la totalidad de su servicio, de su Fe, fidelidad, confianza y obediencia a Él. Estas fueron las palabras de Ezequías cuando estaba designado a morir, debido a un problema de salud, y, consecuentemente, dejar su reinado destruido, ya que estaba siendo amenazado por el rey de Asiria. Y Ezequías moriría sin dejar heredero, una nación establecida, y muchos menos una familia salva.
Tenía muchas necesidades, más que todos nosotros, como rey, esposo, padre, líder, pero, antes de ser todo eso, era fiel a Dios. Dios no se conmueve por nuestros dolores, aflicciones, amenazas, lágrimas, responsabilidades y/o problemas que estamos enfrentando. Y la prueba de ello es que todas las veces que el Señor Jesús se encontró con alguien llorando lo primero que hacía era mandar a esa persona dejar de llorar. En otras palabras, sus lágrimas no van a resolver su problema y no la van a ayudar en nada. ¡Quien es fiel apela a su fidelidad!
Ezequías sabía que no era perfecto, pero apeló para que Dios reparara en la entereza de su corazón: o sea, si su corazón y su fidelidad no era totalmente Suyos, en los buenos y malos momentos; si su Fe, confianza y obediencia no estaba totalmente volcadas hacia Él.
Ezequías pidió a Dios que pesara en Su Balanza, y Dios lo hizo, y cambió la situación e hizo lo que no pidió – le curó, prosperó su reino, le libró de los asirios, salvó a su familia y todavía también dejó a sus herederos bendecidos. Es decir, Dios hizo mucho más de lo que él podía imaginar, porque apeló a su fidelidad.
Pero existen aquellos que tampoco son bendecidos, incluso diezmando, ofrendando y trabajando. ¿Por qué? Porque son infieles a Dios, pues la fidelidad no se traduce en prácticas, sino en quién tú eres en tu corazón, y si este pertenece o no a Dios.
Querido/a lector/a, no desperdicies tu fidelidad, porque no tiene precio. No te vendas a las tentaciones, porque tu fidelidad vale más que todo el oro, que toda la plata, que toda la fama, diplomas o títulos que puedas llegar a tener en este mundo. No desprecies tu fidelidad porque, si lo haces, es porque no tienes Alianza con Dios, ya que, QUIEN TIENE ALIANZA CON DIOS ES FIEL.
¡Dios es contigo, y yo también!
Ojf
Cuando uno es fiel a Dios, no necesita pedir nada porque él suple todas nuestras necesidades. Dios va a dar lo que él considera mejor para uno.