«Mira, pues, ahora, que el Señor te ha elegido para que edifiques casa para el santuario; esfuérzate, y hazla.»
Esas fueron las últimas palabras de David a Salomón. Él se estaba refiriendo a la misión dada por Dios a Salomón para construir, lo que anteriormente había sido idealizado por David, pero Dios escogió a Salomón para realizarla: El Templo que sería destinado para guardar el Arca de la Alianza, que representaba la presencia del propio Dios.
David sabia de la grandiosidad de aquella obra, por eso ya había provisto todo el material necesario para la construcción. Con esta actitud, podemos ver una vez más el excelente carácter de David. No es casualidad que fue llamado «el hombre según el corazón de Dios».
El sueño era suyo, pero aunque Dios eligió a su hijo para realizarlo, eso no le impidió hacer todo lo que estaba a su alcance para cooperar con él que aún era inexperto (1 Crónicas 29). David no se ofendió con Dios por no haberle permitido realizar la obra. Él era humilde y lo que realmente le importaba era que el Templo sea construido. Las manos que lo harían era lo que menos importaba. Pero de cualquier manera podría estar orgulloso porque el escogido era su hijo.
Pensando sobre esta actitud de David, me imaginé cuán bueno sería si todos los que hacen la Obra de Dios tuvieron ese espíritu de cooperación como él.
¿Cuántos son los que cuando le sacan una responsabilidad se enojan y critican a quien fue colocado en su lugar? Llegan en su interior a desear que el trabajo no se desarrolle o que salga mal. Tal vez usted diga: «¡Está atado!» Realmente debería estar, pero no es lo que hemos visto. O tal vez usted diga: «Y ya pase por eso y no tuve ese pensamiento, tuve la madurez suficiente para entender que la obra es de Dios y dirigida por Él. Cuando se cambia a un líder, sea quien sea, es porque el Espíritu Santo así lo quiso.»
Pero usted, cuando no es el responsable, ¿pone toda su fuerza para cooperar con el trabajo del nuevo líder designado por el Espíritu Santo como hizo David? o ¿aprovechó la oportunidad para «librarse», a fin de cuentas, el peso de la responsabilidad no estaba más sobre sus hombros? Reflexione y pese usted mismo sus reacciones delante de las pérdidas y de las conquistas también. Porque a ejemplo del padre, Salomón tampoco se vanaglorió, ni se sintió superior por haber sido elegido por Dios en el lugar de su padre para reinar en Israel y para construir el lugar sagrado. Sino que se puso en la dependencia de Dios, reconoció que no tenía capacidad suficiente para estar al frente de una nación tan numerosa. Y fue a consultar a Dios y Le pidió sabiduría y conocimiento para conducir al pueblo. (2 Crónicas 1:5-10)
Pero existe otro punto que me llamó la atención en las palabras de David a Salomón. Antes de entrar en ese punto vamos a recapitular.
La gran angustia de David era saber que el Arca de la Alianza -que representaba el propio Dios- estaba en tiendas, mientras él vivía en un palacio. Por eso él deseaba en su corazón edificar el Templo.
Cuando Dios designó a Salomón para esta misión, David sabia de la grandiosidad y de la importancia de esa obra, por eso le advirtió a su hijo: «Anímate y esfuérzate, y manos a la obra; no temas, ni desmayes, porque el SEÑOR Dios, mi Dios, estará contigo; Él no te dejará ni te desamparará, hasta que acabes toda la obra para el servicio de la casa del SEÑOR.» (1 Crónicas 28:20)
El punto es: el Templo hoy somos nosotros y el Arca de la Alianza es el Espíritu Santo. ¿A dónde desearía habitar más que en el interior de aquellos que nacieron de Él?
Una vez siendo la morada del Espíritu Santo, Él también nos ha escogido y designado para que construyamos nuevas moradas para que Él habite.
¿Cuándo hacemos eso? Cuando ganamos almas y las llevamos a tener un encuentro con Dios, para que así Él pueda habitar en ellas. ¿No es lo que sucede cuando la persona recibe el Espíritu Santo? Dios pasa a habitar dentro de ellas.
Ese es nuestro trabajo como hombres y mujeres de Dios.
Pero para eso necesitamos ser lo suficientemente fuertes y valientes para no enfocarnos en nuestra propia vida y en nuestras necesidades, sino en el dolor del afligido, en las necesidades del pueblo, pues solo así podremos realizar la obra para la cual fuimos llamados.
En cuanto a nosotros, debemos confiar que Él no nos dejará ni nos desamparará hasta que concluyamos la obra que confió en nuestras manos. O ¿ya tuvo dudas de eso?
Como le dijo David a Salomón: «…esfuérzate, y hazla.»
Solo los fuertes son capaces de concluir una obra tan gloriosa.
Muy importante la palabra , y es así ,Dios nos a escogido para que nuestra vida la pongamos en dependencia de nuestro Señor Jesús y hacer su voluntad. Es colocar toda nuestra fuerzas y preocupación por cuidar de las almas que nuestro Señor Jesús no a colocado en nuestra manos .
Es muy real y fuerte esta palabra; es una sensación fuerte que debemos vencer. Nuestra fortaleza esta en Dios; en el Espíritu Santo para vencer nuestro orgullo y vanidad.
Uno debe tener esa humildad que tuvo David; la del Verdadero Siervo de Dios.
nadie tiene condiciones de hacer la obra de Dios, pero Dios nos da condiciones cuando somos humildes y tenemos un corazon segun su voluntad!! a esforzarse y ser valientes para hacer su obra!!!!!!!!!!!!!!!!!!