“Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto, porque separados de mí nada podéis hacer” (Juan 15.5)

La verdad es que muchos llegan hasta el Señor Jesús. Muchos creen en Él, se entregan a la Él en momentos difíciles de sus vidas, e incluso llegan a cambiar ciertos hábitos por consideración a lo que Él hizo por ellos. La pregunta es, ¿cuantos de entre ellos han permanecido en Él?

 Permanecer en el Señor Jesús no es tarea fácil, pues requiere sacrificio diario. Después de sacrificar tanto, usted tiene que sacrificar un poco más hoy, y un poco más mañana, y así hasta el último día de su vida… por eso es por lo que Él dijo:

“Entrad por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta y amplia es la senda que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella. Porque estrecha es la puerta y angosta la senda que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan.” (Mateo 7.13-14)

Son pocos los que permanecen en el Señor Jesús, pues pocos quieren vivir sacrificando. La mayoría comienza bien pero poco a poco, van cediendo… Dios sabe lo difícil que es para mí quedarme sin esto… Dios entiende… Lo que importa es mi corazón… Cada uno tiene su fe… No seamos tan radicales… La carne es débil… Yo tengo derecho a ser feliz… Y así, aquellos que un día se entregaron al Señor Jesús van poco a poco cogiendo de vuelta sus vidas… su tiempo… su futuro… y al principio parece incluso que no hay problema con ello, hasta llegan a engañarse diciendo que están dentro de la voluntad de Dios hasta que el tiempo pasa y todo comienza a salir mal.

Sólo quien permanece en el Señor Jesús da mucho fruto, el resto, vive de anabolizante.

En la fe.