La Fe es un pedazo del propio Dios en nuestro interior. Sabemos que es la única arma capaz de destruir todo el infierno, así como a todos los problemas que el mundo nos presenta. Con la Fe logramos vencer, en el Nombre del Señor Jesús, incluso a la propia muerte. Pero, para que esta Fe pueda proporcionarnos el resultado deseado, es indispensable que esté en acción, a través de actitudes que puedan materializarla. Examine esto en el libro de Santiago 2:17-23.
La Fe es como los músculos de nuestro cuerpo. Si una persona decide ingresar a un gimnasio y comenzar a ejercitar sus músculos al levantar peso, seguramente, llegará el momento en el que se fortalecerán y se desarrollarán más. Sin embargo, si una persona, por una razón u otra, se acuesta en una cama o se sienta en una silla de ruedas y no se ejercita más, sus músculos se atrofiarán y se volverán completamente inoperantes.
El obrero, la obrera jamás puede pensar en el hecho de dejar de ejercitar su Fe sacrificial, a través de las campañas de Fe y propósitos, porque estos son exactamente el peso de los aparatos utilizados para el ejercicio de los músculos de la Fe, que, sin duda, le darán fuerzas para luchar y vencer las guerras diuturnas que tenemos contra el diablo, hasta el fin de la vida en ese mundo. Además del ejercicio de las oraciones, de los ayunos, de las vigilias y de la práctica de la Palabra de Dios.
La Fe
activa es el único vehículo que nos conduce hasta el Cielo (la Salvación), por
esa razón, debemos blindarla para que nada ni nadie pueda debilitarla y
destruirla.
Examine esto en Hebreos 11:6
Proteja su Fe cono la niña de sus ojos porque es la revelación de Dios para
usted.
Obispo Sergio Corrêa