Cuando Eva, en el jardín del Edén, comió del árbol que Dios le había prohibido, recibimos una “herencia” a causa de su desobediencia:
“… Multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces; con dolor darás a luz los hijos; y tu deseo será para tu marido, y él se enseñoreará de ti.” Génesis 3:16
Por eso, llevamos una raíz muy profunda que se llama: inseguridad.
La mujer quiere ser aceptada; le agrada cuando le dicen que es linda, que está bien vestida y que es inteligente. Quiere que su pareja le dé atención y que le diga constantemente que la ama. Es celosa, no se siente bien cuando hay otras mujeres más inteligentes o más lindas. Le tiene miedo al cambio, depende de la opinión de los demás, etc. ¡La lista es amplia!
¡Y nunca es suficiente todo lo que recibe! Siempre se cree en el derecho de recibir más de las personas que ama.
Pero ¿cómo cambiar esta situación?
Podemos revertir esta situación, cuando invertimos en conocer el valor que Dios nos da. Él nos ama incondicionalmente, nos valora, nos perdona y siempre está dispuesto a ayudarnos a cambiar.
Pero no es “de gracia”, sino que implica un constante sacrificio.
Concéntrese en buscar la seguridad que proviene de Dios. Llegará un momento en el que muchas cosas que la hacían insegura ya no formarán parte de usted. Y no será por las circunstancias, por la edad o porque envejeció, sino por su relación con Dios.
¡Ah! Y muchas, por no reconocer que son inseguras, siempre culpan a las personas que están a su alrededor.
¡Valórese!, porque usted tiene un gran valor para Dios.
Elaine Rocha