Dado que el Altar es un lugar santo, hay muchas maneras de profanarlo. Entienda
En el pasado, todos comprendían que el Altar era un lugar de muerte, de sacrificio. Los animales que se llevaban a los sacerdotes caminaban hacia sus últimos momentos de vida, pues se sacrificarían al pie del Altar. El sacrificio no cambió. Por eso, el apóstol Pablo dijo:
“Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional.” Romanos 12:1
1- SACRIFICIO VIVO: No subimos al Altar literalmente muertos, como esos animales antiguamente. Sin embargo, espiritualmente, debemos morir para nosotros mismos, sino nuestro culto a Él será un engaño. Solo presenta un sacrificio vivo el que constantemente mata su carne. Cuando hacemos nuestras voluntades, la ofrenda que sacrificamos no es más que una actuación religiosa y un sacrificio sin vida.
2- SANTO: Sin mancha, sin defecto. ¿De qué sirve que una persona esté llena de talentos y no tenga temor? ¿O que sea inteligente y no tenga carácter? El Altar no acepta ofrendas defectuosas. O esta es santa u ofende a Dios.
3- AGRADABLE A DIOS: Para que el sacrificio sea aceptado, la intención tiene que ser pura. Dios ve lo que está en lo íntimo, no solo lo que está en nuestras manos.
Por lo tanto, como el Altar es un lugar santo, hay muchas maneras de profanarlo. Tratar las enseñanzas de la Palabra de Dios, la oportunidad de servir a Su Iglesia y a Sus siervos con irreverencia o con poca importancia significa darle al Altar lo que él no puede recibir.
Núbia Siqueira