“Estas cosas os he hablado para que en Mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, Yo he vencido al mundo.”. (Juan 16:33).
Uno de los engaños más grandes en el que un cristiano puede estar, es pensar que la vida con Dios será un mar de rosas y que no enfrentará problemas…
Lo que hace la diferencia es la manera en la que enfrenta esos momentos de adversidades y de luchas que sobrevienen sobre su vida.
El Señor Jesús nos advierte sobre las grandes luchas que enfrentaríamos mientras estuviéramos aquí, pero Él también nos dice: ¡TEN FE Y VALENTÍA!
Muchos han perdido la fe en medio de su jornada, porque no lograron ver que Dios caminaba con ellos de la misma forma que caminó con el pueblo de Israel en el desierto.
De esa manera, el desánimo y la duda ocupan el lugar de la fe y de la confianza. Y por creer que Dios no los escucha, les abren una brecha al diablo para que él actúe en sus vidas.
Cuando la persona es enfrentada por el diablo, el primer paso que debe dar es fortalecer aún más su fe. Porque ella es el escudo que protege los pensamientos y el corazón, y da la fuerza necesaria para vencer el problema.
La fe se fortalece a través de la lectura, de la comprensión y de la ejercitación de la Palabra de Dios.
¿De qué manera alguien podrá vencer las tribulaciones y los problemas sin la acción de la fe?
Por eso, debemos alimentarla diariamente, para que, con valentía y bravura, ¡logremos la solución de ese problema!
Cuando el obrero permite que las luchas y las tribulaciones lo alejen de Dios, es porque dejó que su lámpara se apagara, es decir, no se alimentó de las cosas de lo Alto con el fin de mantener una fe genuina.
En realidad, la verdadera fe es la que hace que estemos firmes cuando pasamos por los desiertos de la vida. ¿Eso no fue lo que les sucedió a todos los héroes de la fe?
Ana Paula