Generalmente, la ansiedad por la cosecha se debe a que muchos desvalorizan el poder de sembrar.
Así como todo lo que sembramos producirá su cosecha, ya sea en la vida terrenal o en la eterna, jamás cosecharemos lo que no sembramos.
Las personas que se ocupan solo de la cosecha no perciben el poder de la siembra. Y así, su crecimiento se hace insignificante o nulo.
Cuando nos enfocamos en sembrar, no necesitamos preocuparnos por los frutos, pues ellos vendrán naturalmente y cuando menos esperemos disfrutaremos de la alegría de cosechar y usufructuar.
Entre las principales semillas que debemos sembrar para obtener el éxito están:
- La vida en el Altar a través de la ofrenda.
- Meditación en la Palabra unida a la oración.
- Experiencias con Dios compartidas con otras personas.
- Testimonio del carácter y de la práctica de la Palabra para que seamos referencia.
- Buenas relaciones, asemejándonos al Señor Jesús.
- Perseverancia, pues ella es la prueba de la convicción.
- Entre otras tantas, para las cuales recibimos dirección día tras día.
Para que sepamos si obtendremos éxito en la vida física y espiritual, observemos las semillas que hemos sembrado.
La actitud de sembrar es el inicio de la satisfacción, pues esta promueve la seguridad de que estamos camino a la cosecha.
Alimentemos el objetivo espiritual de sembrar, que es glorificar a Dios y llevar otros a hacerlo también. He aquí el principio del éxito.
“Y el que da semilla al que siembra, y pan al que come, proveerá y multiplicará vuestra sementera, y aumentará los frutos de vuestra justicia, para que estéis enriquecidos en todo para toda liberalidad, la cual produce por medio de nosotros acción de gracias a Dios.
Porque la ministración de este servicio no solamente suple lo que, a los santos falta, sino que también abunda en muchas acciones de gracias a Dios.» 2 Corintios 9:10-12
Gislene Xavier