“El alma harta huella el panal de miel; mas al alma hambrienta todo lo amargo es dulce.” Proverbios 27:7
¿Qué significado tiene el alma harta?
Es la que, tristemente, piensa que ya lo tiene todo. Es decir, que no necesita aprender, escuchar reprensiones, someterse a la dirección que viene de Dios, desarrollar más su relación con Dios, en fin, cree que ya no necesita SACRIFICAR para Dios. En su interior dice: “ya hice todo lo que tenía que hacer, ya sacrifiqué mucho, ya tengo muchos años de caminata en la fe”, y otras clases de conversaciones consigo misma.
Observe que este proverbio enfatiza que esa alma, denominada harta, pisa el panal de miel. Ese panal de miel es el bien más precioso que el ser humano pueda poseer: la Palabra de Dios. Ese bien nos alimenta, nos da vida, vigor, fuerza, aliento y nos lleva a tener una relación íntima con Dios todos los días.
Analicemos si, en algún momento de nuestra vida, hemos actuado como esa alma saciada. Es decir, estuvimos delante de un desafío, pero pensamos que no había nada más para dar, sacrificar y nos dejamos llevar, imprudentemente, por el conformismo espiritual.
¿Y el alma hambrienta?
Es la que tiene hambre de la Palabra de Dios. Es el alma que diariamente necesita Su dirección y Su Poder. El hambriento no se cansa de buscar alimento, pues necesita ser saciado y nutrido por el Espíritu Santo. Por eso, está dispuesto al SACRIFICIO. Para esa alma, todo lo amargo es dulce, es decir, en las dificultades de la vida, en los problemas inesperados, en las luchas y en las pruebas, ella ve oportunidades y logra extraer lo dulce de lo amargo. Podemos afirmar que hace del limón una limonada.
Dicho esto, es importante evaluar nuestra alma.
¿Quién soy de verdad? ¿Un alma saciada o hambrienta?
¡Que cada uno haga su propia reflexión!