Recientemente, estaba entrevistando a un obrero para levantarlo como misionero, es decir, para que pudiera hacer la obra de Dios en el Altar. Durante la entrevista, le pedí a uno de los pastores que estaba con nosotros que llamara a la madre de este obrero y le preguntara si creía que su hijo tenía condiciones de ser un misionero. En ese momento, ella nos contó lo que le había dicho a su hijo y me gustaría compartirlo con ustedes.
Lean:
Un día, ese obrero llegó a su casa, después de un exhaustivo trabajo de evangelización y liberación en la iglesia, y encontró a su madre, también obrera, a quien le dijo:
—Madre, quiero servir a Dios a tiempo completo, dedicarme 100 % a ganar almas, porque muchas personas están perdidas y sufriendo en este mundo por no conocer a nuestro Señor Jesús y por no tener la Salvación. ¿Qué piensas de que, en el futuro, sirva a Dios como pastor? ¿Qué piensas de que haga la obra de Dios en el Altar?
Su madre dejó lo que estaba haciendo, lo miró y le dijo:
—Hijo mío, como obrera te digo que, si entras en la obra pensando en tener una mujer, dinero o una posición, serás maldecido y removido, ¡porque la obra es santa y nos exige santidad a todos nosotros! Sin embargo, si entras lleno del Espíritu Santo, vacío de ti mismo, con la Palabra de Dios como tu guía diaria y con una valija, porque nunca tendrás una vivienda fija, entrarás para permanecer y servir a Dios para siempre. Si tienes esa disposición, ¡sigue adelante!
Que todos tengamos el mismo temor y la misma santidad de esta sierva de Dios.
¡Nos vemos en la IURD o en las nubes!
Excelente estudio. Saludos desde Venezuela