Lea el mensaje de hoy y medite en él
Esteban, el primer mártir de la Iglesia Primitiva, no vivió mucho. Se volvió predicador de un solo mensaje conocido, el cual le costó la propia vida. Sin embargo, ese aparente fracaso de vivir tan poco, de predicar una sola vez y después ser asesinado parece un fracaso. Pero no es así. Hacer mucho no significa hacer lo que Dios quiere. Sabemos que María agradó al Señor Jesús cuando «solo» se sentó a Sus pies, mientras que Marta Lo desagradó al correr de un lado al otro para servirles a Él y a Sus discípulos.
En otras palabras, lo que muchos consideran un fracaso es un éxito delante de Dios, porque lo que realmente cuenta es ser sumiso a Su voluntad.
De cierta manera, todos somos llamados para ser mártires, así como Esteban, porque todos los días somos entregados a muerte por amor al Altísimo (Salmos 44:22). No obstante, ¿dejamos la voluntad de nuestra carne morir?
Como hijos de Dios, diariamente debemos llegar al Altar como un sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. Es decir, podemos seguir vivos en este mundo, pero debemos estar muertos para él, para nuestras preferencias, para nuestros gustos y para nuestras inclinaciones.
Por eso, en lugar de desear una vida larga y llena de bendiciones, deseemos vivir una vida plena de obediencia, sea larga o corta, porque lo realmente importante es vivir radicalmente la fe en Él.
P.D.: Etiquete a alguien que se siente exprimido, así como el limón de la imagen, por los problemas, para que esta dosis monstruosa de fuerza lo capacite para enfrentar esta nueva semana.
Núbia Siqueira