Cuando Dios eligió la nación de Israel, separó a la tribu de Levi de las demás e hizo una alianza con esta, dándoles a sus hijos el derecho y el privilegio de realizar el servicio sagrado referente a la obra de Dios.
Mientras los levitas obedecieron fielmente Su ley, a través del testimonio que daban, convirtieron a muchos:
Sin embargo, con el paso de los años, sus hijos comenzaron a despreciar la alianza con Dios y lo que antes era un privilegio se volvió un peso. Incluso, esta actitud culminó en la corrupción de muchos.
Lamentablemente, eso ha sido algo normal actualmente, y, cuando se trata de los siervos de Dios, la práctica de la desobediencia no solo produce consecuencias para quien las practica, sino que también puede corromper a los que lo rodean.
Que el ejemplo de los levitas, que se olvidaron del privilegio que tenían de servir a Dios y que por eso sufrieron consecuencias espirituales (como el caso de los hijos del sacerdote Aarón, que le ofrecieron un fuego extraño al Señor y fueron consumidos. Lea Levíticos 10:1-2), sirva de alerta para todos nosotros, siervos de Dios.
Evalúese y pregúntese: «¿He valorado la honra de tener una alianza con Dios y de servirlo con temor y alegría, o vivo cansado y dando excusas?».
Que vivamos constantemente en ese primer amor, practicando las primeras obras, para que salvemos y seamos salvos.
¡Juntos hasta el fin!
¡Nos vemos en la IURD o en las nubes!
Obispo Julio Freitas