AUNQUE NADIE CREA EN USTED, VENZA

El ejército israelita estaba siendo afrontado por un filisteo, cuyo nombre era Goliat, desde hacía cuarenta días, cuando David recibió de su padre la misión de llevarle alimento a sus tres hermanos y al jefe de la guardia. Al llegar a aquel lugar, David no pretendía alistarse, incluso porque no sería aceptado, hasta que escuchó de los hombres que allí estaban la historia de cómo Goliat los afrontaba y no había quien lo enfrentase.

“Entonces habló David a los que estaban junto a él, diciendo: ¿Qué harán al hombre que venciere a este filisteo, y quitare el oprobio de Israel? Porque ¿quién es este filisteo incircunciso, para que provoque a los escuadrones del Dios viviente? Y el pueblo le respondió las mismas palabras, diciendo: Así se hará al hombre que le venciere.”

En aquel momento su hermano escuchó sus interrogantes y le dirigió la palabra:

“Y oyéndole hablar Eliab su hermano mayor con aquellos hombres, se encendió en ira contra David y dijo: ¿Para qué has descendido acá? ¿y a quién has dejado aquellas pocas ovejas en el desierto?”

David no se dejó llevar por sentimientos, definitivamente aquella palabra no lo debilitó ni lo hizo cambiar de opinión. Él mantuvo la visión de la fe de que Él y aquel pueblo representaban al propio Dios.

“Y apartándose de él hacia otros, preguntó de igual manera; …Y dijo David a Saúl: No desmaye el corazón de ninguno a causa de él; tu siervo irá y peleará contra este filisteo…y este filisteo incircunciso será como uno de ellos, porque ha provocado al ejército del Dios viviente…”

Para vencer las batallas no necesitamos la aprobación de familiares, amigos o compañeros de trabajo, pues la autoridad está dentro de quien la tiene, es espiritual.

Aunque nadie crea en nosotros y que los consejos recibidos actualmente sean de retroceso y renuncia, centrémonos en el blanco, concentrémonos en la Palabra, en la unción, en el poder de Dios. Al fin y al cabo, somos parte del ejército del Dios vivo y nuestra afrenta también es de Él. Sigamos el ejemplo de David y seamos testigos vivos del poder de Dios.

Gislene Xavier

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