Existe un punto crucial que separa la vida en un antes y un después, pues ese punto separa:
El dolor del placer;
La tristeza de la alegría;
El vacío del alma del gozo del alma;
El pecado de la santificación;
Las tinieblas de la luz;
La condenación de la Salvación;
El infierno del Cielo.
Ese punto se llama “ARREPENTIMIENTO” sincero. Cuando esto sucede en el corazón de un pecador, no importa cuán grave fue su pecado, no importa la distancia o el tiempo que el pecador se alejó del Altísimo. Una vez que el ARREPENTIMIENTO está acompañado de una sinceridad, inmediatamente después, viene el asco y se abandona aquella práctica. De esta forma, hace que el Señor eche al mar del olvido esa situación.
“¿Qué Dios como Tú, que perdona la maldad, y olvida el pecado del remanente de Su heredad? No retuvo para siempre Su enojo, porque se deleita en misericordia. Él volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados.” Miqueas 7:18-19
Fue ese “punto” que separó al rey David seductor e infractor, del rey David que confesó y fue perdonado.
Por otra parte, no fue así que le sucedió al rey Saúl, quien no llegó a ese punto preponderante capaz de transformar su vida y por eso terminó perdiendo no solo su reinado, sino que tuvo la más terrible de las pérdidas, su Salvación.
Pedro fue uno de los discípulos más cercanos de Jesús. Él convivió con el maestro, durante tres años. Dormía y despertaba con Él, lo vio glorificado, caminó sobre las aguas con Él, pero al momento de asumir su amistad y su fe en el Hijo de Dios, frente a los perseguidores de nuestro Señor, lo negó.
“Pero él lo negó, diciendo: Mujer, no Lo conozco.” Lucas 22:57
Sin embargo, él alcanzó la misericordia de nuestro Señor porque en su corazón hubo un punto que separó las aguas: el “arrepentimiento sincero”. En la tercera vez que negó a Jesús, el gallo cantó como el maestro lo había preanunciado, “Y Pedro, saliendo fuera, lloró amargamente.” Lucas 22:62
A causa de ese arrepentimiento, más tarde Pedro recibió la misión de cuidar las ovejas de Su rebaño (almas).
“… Volvió a decirle la segunda vez: Simón, hijo de Jonás, ¿Me amas? Pedro le respondió: Sí, Señor; Tú sabes que te amo. Le dijo: Pastorea Mis ovejas.” Juan 21:16
Judas, también un discípulo del Señor Jesús, pasó el mismo tiempo presenciando los milagros del Maestro. Como si fuera poco, conoció de cerca Su carácter divino y de una forma inescrupulosa, lo traicionó con un beso y mostró de esa forma, uno de los pecados más abominables para Dios, que existe en la raza humana: la hipocresía. Él no fue salvo, su final fue cruel, ¿por qué? Porque no hubo un arrepentimiento sincero, eso le costó la vida y el sufrimiento eterno: el infierno.
Si usted está alejado de la Presencia de Dios, he aquí dos actitudes a tomar, dos caminos a seguir: la actitud de arrepentirse sinceramente y retomar el camino a la casa del Padre, o despreciar la misericordia y el perdón que se le ofrece a su vida al arrepentirse y pasar toda la eternidad al lado de la bestia, el diablo, el falso profeta, el inferno y todos aquellos que sus nombres no “están inscritos en el libro de la vida” en el
… lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda.
Apocalipsis 21:8
La elección es suya.
Obispo Sergio Corrêa
Amén.,El arrepentimiento.,nos lleva a la presencia de nuestro Señor Jesús..