Para que se cumpliera la profecía de que el ejército sirio caería en manos del rey Acab y que todos supieran que Dios es el SEÑOR, luego de una pelea sangrienta, Israel, sorprendentemente, vence la guerra contra ellos.
Durante un tiempo, el rey del ejército enemigo, Ben-adad logró huir y mantenerse escondido. Sin embargo, al considerar que podrían perdonarle la vida, se presentó ante el rey Acab y le propuso un acuerdo. Para sorpresa de todos, el rey, movido por la codicia, acepta y libera con vida al monarca sirio, incluso sabiendo que no era eso lo que debería hacer.
Instruido por Dios, el profeta Micaías fue al encuentro de Acab para anunciar lo que le sucedería por haberle, ambiciosamente, perdonado la vida al enemigo. «Así dice el Señor: “Porque has dejado salir de tu mano al hombre a quien Yo había destinado a la destrucción, he aquí, tu vida responderá por su vida y tu pueblo por su pueblo.”»
Este aviso preocupó al rey por un tiempo, pero, más tarde, él volvió a actuar e ignoró la voluntad de Dios.
Después de tres años sin guerras entre Siria e Israel. Acab le propone a Josafat, el rey de Judá, que peleen juntos contra los sirios y que tomen la ciudad de Ramot de Galaad.
Cauteloso y temeroso al SEÑOR de los Ejércitos, Josafat le pide Acab que consulte a un profeta de Dios. Reacio, al consultarle al profeta Micaías si obtendrían la victoria en la guerra, a Acab se le advierte que morirá. El rey, al sentirse contrariado, ordena que encarcelen al profeta.
Al creer que podría ignorar la profecía y esquivar la muerte, el rey decide ir a la guerra disfrazado. En vez de utilizar las vestimentas reales, él se vistió como un soldado.
Una flecha al azar
«Y un hombre disparó su arco al azar e hirió al rey de Israel por entre la juntura de la armadura. Y él dijo a su cochero: Da la vuelta y sácame de la batalla, pues estoy gravemente herido. Pero la batalla arreció aquel día, y el rey fue sostenido en su carro frente a los arameos y al atardecer murió…» 1 Reyes 22:34-35
El disfraz de Acab no sirvió de nada. Porque, irónicamente, un soldado tomó su arco y lanzó una flecha «al azar» y alcanzó, justamente, al rey disfrazado de soldado.
La flecha, incluso, pudo haber sido lanzada sin rumbo, pero atravesó exactamente una simple brecha que había en la armadura de Acab. Esa pequeña abertura fue el acceso que lo llevó a la muerte.
Manténgase vigilante
De igual modo, el obispo Edir Macedo advierte que todos los días trabamos guerras espirituales y que los «disfraces» son ineficaces porque «El diablo, nuestro adversario, nosconoce bien. Él sabe dónde abrimos estas brechas, conoce nuestros puntos débiles, y es exactamente en ese lugar donde él atacará.
Por lo tanto, el obispo orienta que, para proteger la fe, nos corresponde a cada uno de nosotros no abrir esas «brechas» para que el mal pueda ingresar. «Pero, eso solo es posible a través del temor, de la obediencia y al vigilar constantemente», concluye.
La fe es el bien más valioso que tenemos. La Biblia nos orienta a que batallemos por ella (Judas 1:3). Sin fe es imposible que agradecemos a Dios y, consecuentemente, que alcancemos la promesa más grande de todas: la Salvación del alma