“Guardad, pues, con diligencia vuestras almas, para que améis al Señor vuestro Dios.” – Josué 23:11
¿Cuándo pruebo que amo a Dios de hecho y de verdad?
¿Y cuándo queda en evidencia que mi amor por Él es verdadero?
Decimos que amamos a Dios, llenamos nuestra boca de palabras de adoración, vestimos un uniforme, expulsamos demonios, evangelizamos, estamos diariamente en la iglesia, predicamos la Palabra de Dios y estamos a disposición para desempeñar cualquier tipo de tarea, pero, aun así, podemos no amar a Dios.
Esto es fuerte, ¿no es verdad?
Para probar esa realidad, muchos, el día en el que Jesús regrese, dirán, como está escrito:
“Señor, Señor, ¿no profetizamos en Tu nombre, y en Tu nombre echamos fuera demonios, y en Tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: nunca os conocí; apartaos de Mí, hacedores de maldad.” Mateo 7:22-23
Lo que revela su amor hacia Dios es que guarde su alma, pero de manera diligente y no de cualquier forma, o a su manera.
Ser diligente, con respecto a su alma, es ser activo en la fe, aplicado en su comunión con Dios y celoso en lo que se refiere a su interior. Vigilar constantemente en relación con lo que usted es para no vivir una vida que desagrade a Dios.
Debemos hacernos un autoanálisis para ver si, efectivamente, estamos guardando nuestras almas o si estamos distraídos con las futilidades de esta vida.
Que quede claro que guardar el alma es escoger las referencias de lo Alto y rechazar los moldes y los valores de este mundo.
Luisa Teixeira