¿Ya se ha dado cuenta de que pasamos la mayor parte de nuestro tiempo al lado de otras personas?

Compartimos nuestro espacio con ellas en casa, en el trabajo, en la iglesia, en la escuela, en los medios de transporte, supermercados, etc.

Para algunos, eso es una tortura; para otros, un gran placer. Por lo tanto, hablaremos de lo que puede volver mejor a esa convivencia. Sepa que es algo completamente posible, si usted quiere.

A causa de la Obra de Dios, tenemos el privilegio de conocer personas de diferentes lugares y culturas. Y puedo afirmar, con experiencia, al observar sus comportamientos, que mientras más transparentes, agradables y comunicativos seamos, mejores serán nuestras relaciones.

Observe que incluso nuestras mascotas son así: basta con darles una caricia y se rinden.

Vivimos en una sociedad competitiva, exigente, implacable. Por eso es importante que adquiramos el hábito de incentivar y admirar las cualidades de las personas, aunque sean pequeñas.

Por ejemplo: Usted vio que ella hizo algo bueno o quizás se esforzó para hacerlo, ¿qué le parece, al menos decirle: “¡Me gustó mucho ver esto!”? Conozco a personas que irradian simpatía, dulzura y bondad, y cuando tengo la oportunidad de estar cerca de ellas, siempre me siento mejor. Y mientras más sencillas son, más a gusto nos dejan. Podemos ser así y bendecir todo el día de una persona con una buena frase, una sonrisa o al pedir disculpas.

No espere amar y tratar bien a las personas cuando cambien, es decir, empiece hoy. Ámelas de la manera que sean. Así, las chances de ser escuchado, y convertirse en una influencia para ellas, futuramente, ¡¡serán mucho mayores!!

Nubia Siqueira