Si usted desea preservar su Salvación, necesita quitar la malicia de su vida. Entienda más al respecto.
Una de las virtudes más admirables en un niño es su inocencia. Él mira a las personas y a las circunstancias que están a su alrededor con pureza.
Lo mismo sucede cuando tenemos un encuentro con Dios. Somos purificados por la sangre del Señor Jesús y nos volvemos como niños, es decir, empezamos a tener buenos ojos.
No es por casualidad que el Señor Jesús haya dicho: “…De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el Reino de los Cielos.” Mateo 18:3.
Porque al no tener falsedad y maldad en el corazón, las actitudes de un niño son buenas y puras.
Sin embargo, muchos están contaminándose por la malicia. Esta ha ensuciado los ojos, los pensamientos y el alma de los que se dejan llevar por ella. Generalmente, surge después de que una persona le da oídos a los que trabajan al servicio del mal, para contaminar su fe.
Y al darle oídos a lo que es malo, lo que antes era algo santo, comienza a ser algo impuro, al fin y al cabo:
“Todas las cosas son puras para los puros, mas para los corrompidos e incrédulos nada les es puro; pues hasta su mente y su conciencia están corrompidas.” Tito 1:15
La acción de la malicia es parecida a la de las termitas. Cuando atacan una pieza de madera, se infiltran en ella, y sin que nadie lo note, corroen todo su interior. Aparentemente, la pieza está intacta. Sin embargo, al presionarla, se rompe porque su parte interna está hueca.
Así también es la malicia. Es un pensamiento de iniquidad, de maldad; una inclinación al mal que se aloja en el interior de la persona, devora lo que es bueno del corazón, y solo permite que quede lo que es malo.
Lave su corazón de la malicia
Si una fuente está contaminada, todo lo que rebosa de ella también lo estará.
Dado que el corazón y la mente son las fuentes de los deseos y de los sentimientos, de ellos proceden todas las acciones humanas. Si ambos están contaminados, las actitudes de la persona también lo estarán.
Por ese motivo, la Palabra de Dios dice:
“Lava tu corazón de maldad, oh Jerusalén, para que seas salva. ¿Hasta cuándo permitirás en medio de ti los pensamientos de iniquidad?” Jeremías 4:14
El obispo Edir Macedo, en sus comentarios de fe, explica que las personas maliciosas siempre se inclinan al mal y tienen al diablo como su mayor aliado. “Ellas son capaces de ver con malos ojos, incluso al que tiene las mejores intenciones. Además, siempre traman para alcanzar sus objetivos. La malicia deja el alma en tinieblas y mata de a poco”.
Incluso, el obispo aclara que “la condición para que Jerusalén fuera salva de la destrucción era lavarse de su sagacidad maligna arraigada en sus pensamientos. De la misma manera, el que desea evitar su propia ruina, tiene que quitar la maldad de su interior y mostrar un corazón regenerado con actitudes puras”.
Porque si ella nutre en su interior la malicia, no está salva, ya que la malicia es el proceso inicial del pecado. Si en lugar de expulsarla, se la nutre, ese pecado nacerá. A fin de cuentas, el pensamiento que usted nutre hoy, se ejecutará mañana.
La solución
Lamentablemente, durante nuestra caminata cristiana encontraremos, de parte de los que no nacieron de Dios, escándalos y malos testimonios.
La única manera de mantenernos firmes en la fe y conservar la pureza de los buenos ojos es mirar a Jesús, el Autor y Consumador de la fe (Hebreos 12:2).
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Nubia Onara