Niño vs. Maestro

ojos

Todo niño suele ser emotivo, sentimental. Llora cuando es reprendido o cuando alguien le niega algo, aunque sea por su propio bien. Lo mismo sucede en la vida espiritual de la persona que es religiosa, infantil, emotiva y sentimental.

Esto sucede porque, a ejemplo del niño que quiere todo a su manera, la persona que prioriza sus voluntades no se preocupa por las consecuencias de sus decisiones, acciones y reacciones, solo quiere sentir.

Además, al religioso le gusta que las personas le tengan lástima. Si pasa por cualquier problemita, se desespera, se desanima y duda. Si surge una tentación, cae; se parece a un niño que no sabe las consecuencias.

El religioso es infantil en su fe. Por eso, se enfoca exclusivamente en los problemas, queriendo más las cosas de este mundo que al Espíritu Santo. Él tiene sueños personales, usa el corazón.

En cambio, los maduros en la fe son racionales, usan la razón, obedecen, practican lo que ya saben para ayudar a los demás.

Enfrentan tribulaciones, problemas, el mundo, el infierno y permanecen firmes.

Nada los aflige. ¿Sabe por qué? Porque son maduros en la fe. En la práctica, ser maduro en la fe es obedecer las Sagradas Escrituras, queriendo o no, entendiendo o no, pero siempre confiando en Dios.

«Porque debiendo ser ya maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche, y no de alimento sólido.» Hebreos 5:12

¡Nos vemos en la IURD o en las nubes!

Obispo Júlio Freitas

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