No se deje llevar por las apariencias

CABALLO

Cuando Dios envió a Samuel a la casa de Isaí, padre de ocho hijos, él fue con la expectativa de encontrar a alguien que tuviera las características físicas adecuadas, es decir, el porte de alguien que pudiera ser el futuro rey de Israel. Por eso, a simple vista, quedó encantado con los hermanos de David, desde el primero hasta el séptimo, porque ya eran hombres hechos.

Sin embargo, Dios no necesita hombres (esto también se aplica a las mujeres) hechos, con estatura, formación, fuerza, habilidad, popularidad, encanto, entre otros atributos. De hecho, todos los hermanos de David tenían las características de un rey, no obstante, el criterio de Dios es muy diferente.

Mientras que nosotros, los seres humanos, nos impresionamos fácilmente con el exterior, con lo que puede verse, Dios Se impresiona con el interior humilde y sincero.

Observe:

“Y el Señor respondió a Samuel: No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque Yo lo desecho; porque el Señor no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero el Señor mira el corazón.” 1 Samuel 16:7

Dios no estaba y no está buscando reyes o señores, sino siervos. Él encontró a David porque tenía un corazón (alma) dispuesto a servir, sin segundas intenciones, y, por esta razón, lo ungió.

“Entonces dijo Samuel a Isaí: ¿Son estos todos tus hijos? Y él respondió: Queda aún el menor, que apacienta las ovejas. Y dijo Samuel a Isaí: Envía por él, porque no nos sentaremos a la mesa hasta que él venga aquí. Envió, pues, por él, y le hizo entrar; y era rubio, hermoso de ojos, y de buen parecer. Entonces el Señor dijo: Levántate y úngelo, porque este es. Y Samuel tomó el cuerno del aceite, y lo ungió en medio de sus hermanos; y desde aquel día en adelante el Espíritu del Señor vino sobre David…” 1 Samuel 16:11-13

Una historia magnífica, llena de enseñanzas simples, pero muy poderosas, ¿no es así?

“Hallé a David Mi siervo; lo ungí con Mi santa unción.” Salmos 89:20

Por eso, amigo mío, el que quiere ser hallado, llamado, ungido y usado por Dios debe volverse siervo de Él. A ellos se los encuentra en el Altar, despojados de sí mismos y de todo para servir dónde y cómo Dios quiere.

¡Nos vemos en la IURD o en las nubes!

Obispo Julio Freitas

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