El que permanece en la fe también es consciente de su llamado y de su misión en esta tierra. Entienda a continuación

A lo largo de mi caminata con el Señor Jesús, ya vi a muchas personas que comenzaron en la fe y que desistieron después de un tiempo. Yo tenía la seguridad de que algunas se quedarían hasta el fin. Porque creía que amaban al Señor Jesús, que amaban la Iglesia en la que conocieron el Evangelio, que consideraban a sus pastores como guías espirituales, etc. Pero, con el tiempo, con las circunstancias desfavorables y con las decepciones, estos “siervos” fueron quedándose por el camino.

Algunos de cooperadores comenzaron a ser persecutores. Otros de fervorosos intercesores de la obra de Dios se transformaron en personas indiferentes a las necesidades del Reino Eterno.

Ante este panorama, necesitamos entender cómo esto sucede.

Al analizar a los que permanecen en la fe y en la Iglesia, podemos observar que ellos no fueron librados de los sufrimientos, de las injusticias y de toda clase de dificultades.

Sin embargo, estas personas mantienen una visión clara de su identidad espiritual, a pesar de lo que los demás piensen sobre ellas. Lograron superar el dolor del juzgamiento, de las calumnias, de los chismeríos y de los reveses que comúnmente suceden entre los seres humanos, pues, después de todo, ser un hijo de Dios sobrepasa cualquier tontería de este mundo.

El que permanece en la fe también es consciente de su llamado y de su misión en esta tierra. Esta persona tiene una conciencia de responsabilidad con respecto al proyecto de Dios de evangelizar a los afligidos, y su vocación está por delante de las circunstancias adversas que enfrenta. ¡Le dio su palabra a Dios y no vuelve atrás! Estas personas son de verdad y de la Verdad.

Nubia Siqueira