¿Qué tan cerca estamos de la medianoche? ¿Cuánto tiempo falta para que finalice el último capítulo de la humanidad?
Algunos científicos hicieron una especie de cuenta regresiva para el tiempo que ellos prevén que será la autodestrucción del hombre en la Tierra. El razonamiento de estos especialistas (que no son religiosos) se ilustra en el Reloj del Apocalipsis, un instrumento que mide el tiempo, a través de sucesos como: cambios sociales, climáticos, políticos y tecnológicos. Ese grupo intenta alertar a las naciones sobre el poco tiempo que falta para llegar al desenlace de la humanidad.
El 27 de enero, se publicó en la revista Bulletin of Atomic Scientists que estamos a 100 segundos del fin, es decir, a menos de dos minutos de la medianoche.
Por supuesto que el Reloj del Apocalipsis es solo una metáfora, pero, a través de él, vemos que incluso las personas que no conocen o que no creen en la Palabra de Dios notan el momento crítico que el mundo enfrenta.
Por eso, ¿cómo es que los cristianos pueden estar durmiendo ante esta realidad vigente? ¿Cómo es que las personas que se dicen de Dios pueden estar perdiendo el tiempo con futilidades? ¿Cómo es que alguien que sirve a Dios puede pensar en objetivos personales y vanidosos mientras el mundo necesita escuchar urgentemente el mensaje de la Salvación?
Son muchas preguntas que no tienen una respuesta plausible, porque, cualquier argumento que un cristiano use para justificar su tibieza espiritual no pasa de un pretexto fútil. Si el Reloj del Apocalipsis de aquí es una alegoría, el reloj del cielo es real y sus agujas marcan de forma exacta el poco tiempo que el mundo tiene para volverse al Todopoderoso. Este tiempo debe ser usado para arrepentirse y para buscar una sincera e intensa comunión con el Altísimo.
Por lo tanto, el problema más grande que tenemos hoy no es la pandemia, el desempleo, la corrupción, la violencia o las injusticias, sino la poca sed de Dios, la incredulidad de los creyentes, la falta de temor del que predica y no cree en lo que predica, la ignorancia de los que ven lo que está mal, pero, aun así, lo abrazan sin pensar en las consecuencias. Vayamos a la raíz del problema, ¡porque desbastar hojas y ramas no resolverá el mal generalizado en el mundo!
Núbia Siqueira